Impulsar el cambio: Creatividad vs. Eficiencia
El mercado actual se ha convertido en un entorno de cambio constante, en el que se demanda a los profesionales de Marketing nuevos enfoques creativos para dar respuestas rápidas y satisfacer necesidades. Vivimos en un mundo donde tener un plan es lo más importante para rendir al máximo y no perder en eficiencia y productividad. En consecuencia, con el tiempo, las organizaciones se han ido transformando para que realmente nada sorprendente pueda pasar.
Pero esto tiene un coste: el coste de la creatividad real y de la innovación, dos aspectos que nos pueden aportar cosas imprevisibles. ¡Si, imprevisibles! Nos gusta hablar de estrategias y acciones disruptive para impulsar el cambio y ser diferentes pero, en realidad, no dejamos margen a la creatividad para que realmente pase algo imprevisible e innovador.
En muchas organizaciones ya no existe un espacio para este elemento tan importante que fomenta la innovación y el progreso de una empresa. Pese a que todas las personas tienen un potencial creativo, lo cierto es que muchas de ellas no lo desarrollan.
En la práctica del Marketing, la creatividad es un ejercicio permanente en el día a día. En esta área el término creatividad ha sido frecuentemente asociado a la técnica de crear marcas, adquiriendo así una connotación más amplia orientada hacia la búsqueda de soluciones a problemas o necesidades del mercado. Parece que nos hemos acostumbrado a definir la creatividad sólo de esta forma. Creo que no siempre deberíamos aplicarla y usarla de esta manera, sobretodo cuando estamos pensando en personas. No siempre hay que solucionar problemas para crear algo nuevo.
Existen multitud de barreras al cambio que obstaculizan la creatividad. Por ello, no es sorprendente que lo más innovador que ha influido significativamente en nuestras vidas en los últimos 100 años es el smartphone, que visto con una mirada objetiva, es un re-invento del teléfono.
Con el tiempo se han ido perdiendo valores importantes vinculados a la creatividad como la comprobación, el tiempo para profundizar en determinados conceptos o la insistencia en una visión para que nazca la primera bombilla, aunque sea después de 1000 intentos.
Parece que hoy en día nos obligamos a nosotros mismos a funcionar como máquinas que no pueden fallar. La cultura de una empresa debe fomentar «el fallo» porque es una oportunidad para ser creativos y hacer que ocurra algo realmente excepcional. Por lo tanto debe existir un margen para el error y, de esta forma, fomentar la mejora continua del proyecto.
Es primordial que no se concentre la capacidad creativa en un grupo reducido, como ocurre en muchas empresas, sino que esta habilidad se extienda en toda la organización promoviendo un entorno y una cultura donde cada persona se sienta responsable y tenga libertad para desarrollar ideas. Es necesario que el liderazgo de cualquier organización facilite una plataforma de confianza que se extienda hasta el último nivel de una organización para motivar a las personas a tomar riesgos y ser creativos.
Blog de Leonard Glab, Consultor de Marketing